Nos acostumbramos a despertar sobresaltados porque se nos hizo tarde.
A tomar rápido el desayuno porque llegamos tarde.
A comer un sándwich porque no tenemos tiempo para comer a gusto.
A salir del trabajo cuando ya anocheció.
A cenar rápido y dormir con el estómago pesado sin haber vivido el día,
Nos acostumbramos a esperar un “no puedo" en el teléfono.
A sonreír sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorados cuando necesitamos ser vistos.
Si el trabajo resulta duro, nos consolamos pensando en el fin de semana.
Y cuando llega el fin de semana,
nos aburrimos y deseamos que llegue el lunes para ir a trabajar.
Nos acostumbramos tanto a este estilo de vida,
que parece que estamos ahorrando vida por miedo a gastarla,
y al final, nos olvidamos de vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario